En el Día Nacional del Gaucho, charla íntima con Luis Etchevest: su vida como gaucho a la que jamás renunciaría
Nos recibió a las 20 hs. en su atrapante talabertería, ubicada sobre calle Fray Francisco Martínez entre Petracchi y Rojas.
Fue peón golondrina, trabajó en la Estancia Las Perdices, marcó su vida ese lugar. Su infancia estuvo atravesada por la pobreza, aunque no reniega de ella y la recuerda con una sonrisa en su rostro.
Nació y se crió en el paraje Zenón Videla Dorna, tiene 71 años. Jamás comprendió por qué repitió varias veces primero inferior, sostiene que es inteligente, bueno para matemáticas. Manifestó que se destaca dibujando; que tiene linda letra; que ha ganado muchas rifas y que tiene suerte en el juego.
Su padre era caminero, que arreglaba los caminos de a caballo. «Era un hombre de pocas palabras y de muchos refranes»; de él aprendió un poco el oficio de soguero. «Nunca me lo dijo, pero estoy seguro que estaba orgulloso de mí», remarcó Luis.
Habló de su madre. La recordó con cariño y contó que falleció a los 64 años. Comentó que era una mujer de tambos, muy trabajadora.
Calzado con botas de potro nos contó que la rastra y el cuchillo son la ropa básica de un gaucho. Sostiene que el hombre bien campero es aquel que se sabe arreglar solo, que no tiene recursos y los inventa.
De chico anhelaba mucho la indumentaria de gaucho, que no tenía por su situación económica. “Deseé mucho las pilchas de gaucho y Dios me la dio, hoy tengo todo”, expresó.
Asar es una de sus grandes pasiones, reconocido a nivel local y regional como uno de los mejores en esa tarea. Reveló que alcanzó las 76 vacas con cuero de entre 350/400 kilos, las otras modalidades perdió la cuenta.
“Las mujeres y los caballos fueron lo que más me gustaron. La noche me gusta mucho”, entre risas reconoció.